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El sector de la alimentación y bebidas ha experimentado múltiples cambios en los últimos dos años. A los desafíos ya existentes y latentes, como la rentabilidad y la competitividad de las empresas, cabe añadir otros derivados de la situación de pandemia, los compromisos medioambientales y los de crecimiento sostenible que, en beneficio de todos, cada vez tienen un papel más relevante en nuestra sociedad y en nuestro tejido empresarial.
Con la Ley de la Cadena Alimentaria aprobada recientemente en el Senado, las preocupaciones de la industria de la alimentación y bebidas están saliendo más a la luz que nunca. Me gustaría lanzar algunas preguntas: ¿Cómo gestionar los recursos de dicha industria -agua, energía y residuos- de la manera más eficiente posible? ¿Cómo ser capaz de generar una relación de confianza con quien les proporciona estos servicios industriales?
“Con la Ley de la Cadena Alimentaria aprobada recientemente en el Senado, las preocupaciones de la industria de la alimentación y bebidas están saliendo más a la luz que nunca”
Los retos medioambientales y los de competitividad deben analizarse individualmente y desde la experiencia. En manos de las empresas que ofrecemos servicios de gestión de recursos queda dar respuesta a estos retos, mediante una oferta de alto valor para el sector de la alimentación y las bebidas. Soluciones innovadoras, que promuevan la economía circular en la gestión de residuos y que ayuden a hacer un uso de la energía y el agua eficiente y sostenible.
Pero ¿cómo trasladar estas respuestas al sector que nos incumbe, el agroalimentario, y a la industria de la alimentación y las bebidas? Por ejemplo, ayudando a tratar y reutilizar las aguas residuales de las plantas de producción de la industria mediante procedimientos innovadores que las conviertan en energía verde o en compost, contribuyendo así a la economía circular y al desarrollo sostenible de las regiones y del planeta en su conjunto.
Por su parte, las materias primas agrícolas de origen animal y vegetal y los materiales necesarios para el embalaje de los productos de gran consumo y alimentación requieren de una gran cantidad de agua y energía y generan aguas contaminantes, CO2 y residuos. En manos de las empresas proveedoras queda ofrecer alternativas para reducir, reciclar y reutilizar todos estos recursos.
Los residuos orgánicos, una vez tratados, también pueden utilizarse como compost para los campos de cultivo. El agua residual que generan las industrias, una vez es correctamente depurada y filtrada, puede servir para alimentar calderas, para enfriamiento, para la limpieza de las instalaciones o ser devuelta, sin riesgo, al medio natural.
En definitiva, las empresas deben aplicar la gestión circular con el objetivo de reducir la huella de agua y la de carbono, pero no debemos olvidar los desafíos de rentabilidad y competitividad del sector alimentario que mencionábamos al comienzo, y que son comunes a todas las empresas. Así, las soluciones también deberían tener como objetivo optimizar las facturas de agua y energía y los costes de producción y explotación de estas compañías alimentarias. Porque hacer las cosas de otra forma es posible.