A todos nos gusta pensar que con nuestro quehacer diario contribuimos en alguna medida a hacer de este mundo un lugar mejor, que hay un propósito elevado detrás del hecho de levantarse cada mañana para acudir a nuestro puesto de trabajo. Pero, aunque se trata de una hermosa idea, en realidad son muy pocas las personas y muy escasos los sectores de actividad los que realmente consiguen impactar de una manera positiva y real en su entorno con sus actuaciones profesionales. Y más en un contexto como el actual, en el que la emergencia climática, y el malvado virus Covid-19, entre otros, ha situado a nuestro planeta en una encrucijada especialmente compleja y delicada.

Uno de esos pocos sectores qué si tienen la enorme suerte, (y la no menos abrumadora responsabilidad), de jugar un papel determinante en la futura suerte del planeta, tanto en su dimensión social, como saludable, como climática, es el de la alimentación. Procurar a toda la población alimentos suficientes, nutritivos y sostenibles en cuanto a su origen y tratamiento son, por sí mismos, objetivos lo bastante poderosos como para poder afirmar que los profesionales encargados de llevarlos a buen término sí tienen la facultad de cambiar el mundo.

Pero para que estos trabajadores tengan éxito necesitan tener a su lado buenos líderes que les guíen y acompañen en la inmensa y gratificante tarea de alimentar al mundo.

“La alimentación es algo demasiado serio como para trabajar en ella por accidente”

¿Qué características definen a un buen líder del sector de la alimentación?

Deberían ser Líderes Convencidos de su responsabilidad y ejemplares en su día a día.

La alimentación es algo demasiado serio como para trabajar en ella por accidente. Un verdadero líder cree en lo que hace y predica con el ejemplo. Las preferencias de los consumidores evolucionan a marchas forzadas hacia una alimentación saludable, trazable y transparente, en la que factores como los procesos naturales, la producción local o el impacto ambiental tienen cada vez mayor importancia. Y un líder debe compartir y tener interiorizadas esas demandas sociales para poder responder a ellas y transmitírselas a su equipo de una manera coherente.

Además, se agradecería que fuesen líderes de acción. La situación del planeta no admite respuestas tardías o tibias. Se necesita acción, y eso es precisamente, lo que significa ser un líder, hacer que las cosas sucedan. Como señalo en mi libro El Factor H, la primera hache de todo buen líder remite al verbo Hacer. En los momentos más duros de la pandemia, cuando toda la población tuvo que confinarse en su casa, junto al sanitario, el sector de la alimentación fue uno de los que con mayor determinación se arremangó y se puso manos a la obra. Toda la cadena de valor del sector, desde los pequeños productores, hasta las empresas de tratamiento, distribución o los supermercados, sacaron lo mejor de sí mismos en aquellos momentos tan duros para asegurar el suministro de comida para todas las personas.

Y, líderes redárquicos. Actualizados a los nuevos modos de organizar las empresas, el comercio.En un sector tan complejo, diverso y con trabajos tan especializados, el estilo de liderazgo autoritario que le dice a la gente lo que tiene que hacer, funciona mal. Para que un entorno así fluya de manera ágil y eficaz se necesita que cada trabajador asuma una pequeña parte de responsabilidad y sea capaz de funcionar con cierto grado de autonomía. El papel del líder es, por tanto, más de cohesionador, facilitador, entrenador o inspirador, que de ‘jefe’ en sentido estricto.

Mucha menos jerarquía y más redarquía, generador de redes de talento conectado entre los diferentes profesionales de los equipos.

“Uno de esos pocos sectores qué si tienen la enorme suerte, (y la no menos abrumadora responsabilidad), de jugar un papel determinante en la futura suerte del planeta, tanto en su dimensión social, como saludable, como climática, es el de la alimentación”

Funcionará además muy bien poder disponer de líderes con buena capacidad para conversar. La escucha se convierte en un instrumento fundamental para un líder que trabaja con equipos amplios, diversos y, muchas veces, en situaciones de presión. Escuchar cuáles son sus inquietudes, necesidades y sugerencias para la mejora de procesos y rutinas es una fuente inagotable de crecimiento para el equipo, para la empresa y para el propio líder.

Añadamos cinco ingredientes más al cóctel:

Líderes humildes. Humildad para reconocer que no tienen todas las respuestas y que, de hecho, siguen teniendo la curiosidad suficiente para seguir aprendiendo y mejorando.

Líderes con capacidad de crear entornos motivadores. El líder es el faro que mantiene encendida la luz en los momentos de mayor oscuridad. Debe tener la capacidad de motivar a su equipo y crear entornos de trabajo estimulantes, entornos en los que se de la clase de actitud positiva que propicia que no dejen de suceder cosas.

Líderes Creativos. El sector alimenticio debe funcionar como una perfecta maquinaria de relojería. Y para eso hacen falta lideres que sean excelentes en la ejecución. Pero toda maquinaria sufre averías, y más en una industria que no trabaja con coches, chips electrónicos ni zapatillas deportivas, sino con sustancias orgánicas destinadas a ser ingeridas por las personas. Y cuando uno de esos malos funcionamientos entra en escena, las soluciones estándar tienen una eficacia limitada. Se necesita creatividad, imaginación para pensar fuera de la caja, para contemplar la realidad de manera desacostumbrada y alumbrar soluciones alternativas a problemas tanto viejos como nuevos.

Líderes que abracen el cambio. Ya venía de antes, pero la pandemia ha venido a demostrar que el mundo es cambio y que este sucede a velocidad exponencial en todos los órdenes de la existencia. También en el terreno de la alimentación, donde los nuevos desafíos en forma de alimentos ecológicos, lucha contra el desperdicio alimenticio, reciclaje de envases, reducción de huella de carbono. etc. no paran de abrir nuevos caminos a los profesionales del sector. Y en ese marco, se necesitan líderes flexibles, líquidos y ágiles que hagan suyo el cambio y lo trasladen como algo natural al resto de la organización.

Líderes digitales. Y por supuesto, nuestros líderes de la alimentación deben ser digitales. Porque la revolución tecnológica y la innovación son las que van a permitir al sector estar a la altura de los enormes desafíos que se le presentan. IA aplicada a los seguimientos de cultivos, Internet de las Cosas para estudiar los hábitos de consumo de alimentos en los hogares, robots inteligentes para optimizar el almacenaje y distribución…

Los retos son inagotables y, en cambio, no lo son los recursos naturales de los que disponemos para alimentar al planeta. En los líderes del entorno alimentario recae la responsabilidad de manejar todas estas variables de las que hemos hablado, y conjugarlas bien, con el objetivo de que así sepan darnos de comer al mundo.