Revista
Las asociaciones profesionales somos parte de la sociedad civil. En un contexto global volátil, de polarización política y transformación de la economía, necesitamos voces que defiendan los intereses legítimos de las empresas y mantengan una interlocución con las Administraciones y los grupos de interés.
Nuestra nueva marca, La Distribución, define la pluralidad de nuestras empresas. Somos la única organización que representa a todos los formatos y categorías del comercio, desde un gran almacén a un súper. Con la reciente fusión de ACES, hemos ampliado el área de Alimentación con 4.000 supermercados. Por otro lado, seguimos sumando nuevos socios, con la reciente entrada de Homa o Sqrups y de otras empresas que esperamos que pronto lo hagan.
Con esta voluntad de integrar a las empresas que mejor conocen al consumidor, desde La Distribución nos hemos propuesto ejercer el liderazgo asociativo sobre tres pilares básicos: la libertad de empresa, la aportación de valor y el desarrollo del talento.
Sobre la primera cuestión, la libertad de empresa, el contexto histórico nos sitúa frente al espejo. El exceso regulatorio penaliza la competitividad de Europa: las barreras al mercado único equivalen a unos aranceles del 45%, según el FMI. Solo las barreras a la libre circulación alimentos elaborados por la industria en Europa (Territorial Supply Constraints) cuestan 14.000 millones de euros anuales a los consumidores, según datos de Eurocommerce.
Bajando un peldaño, en España la ruptura del mercado interior drena 35.000 millones de euros, según CEOE, y afecta gravemente al comercio. En 2018, la Comisión Europea ya alertó en su indicador de restricciones al retail el desfase entre la regulación española y la realidad del consumidor en plena era digital. Pero en siete años no hemos avanzado nada: seguimos siendo el tercer país de la UE con más restricciones comerciales.
Por situar el problema, hoy es más fácil importar productos desde China que abrir una tienda de más de 2.500 m2 que, de media, tarda en conseguir licencia entre 4 y 8 años. En 11 CCAA se mantienen restricciones a las promociones en tiendas físicas, mientras las plataformas inundan de descuentos el mercado. Hasta cuatro CCAA que mantienen un impuesto sobre grandes establecimientos comerciales. Y quizá, el caso más paradigmático del coste de la fragmentación: en España hay más de 370 regulaciones autonómicas y locales de horarios comerciales que, en el fondo, perpetúan un modelo de restricciones desfasado. A nadie le imponen los días que puede reservar una habitación en un hotel, cenar en un restaurante o viajar. En cambio, a excepción de Madrid, en la mayor parte de las CCAA nuestras tiendas tienen prohibido atender a sus clientes durante 56 domingos y festivos.
“Somos la única organización que representa a todos los formatos y categorías del comercio, desde un gran almacén a un súper”
No pedimos desconectar los datos móviles los domingos que nosotros tenemos prohibido abrir para que los consumidores tampoco puedan comprar por internet. Nuestra demanda es una unidad de mercado efectiva, que aborde en serio la desregulación y garantice el level playing field. Porque más allá de las restricciones anacrónicas de nuestra legislación, hay una competencia desleal de las plataformas asiáticas, que consiguen una importante cuota de mercado esquivando estándares como la fiscalidad, la economía circular, la seguridad de productos, la protección de las marcas o las garantías y la protección del consumidor.
Nuestro segundo eje estratégico es la aportación de valor de la distribución. En grandes cifras, nuestras empresas generan 236.000 empleos directos y otros 140.000 indirectos; invierten una media de 1.000 millones de euros al año y compran 35.000 millones de euros a proveedores españoles.
Más allá de los datos, las grandes firmas de la distribución tienen vocación de liderazgo. Para nuestras empresas, cuestiones de alto impacto social, económico y medio ambiental como la igualdad de oportunidades, la IA, el acceso a la digitalización de los consumidores, la gestión de los envases, la lucha contra el desperdicio, la reducción del consumo energético, la buena gestión de las cadenas de valor o el apoyo económico a los territorios donde operan son asuntos centrales de su estrategia.
Por tanto, es importante escuchar más a las empresas, aprender de sus buenas prácticas, apoyarles en las inversiones y defender su función económica y social. Sin un apoyo claro a las empresas no es posible un crecimiento sostenible de la economía, impulsar políticas públicas o avanzar en los cambios sociales.
Por último, me gustaría hablar del tercer eje: las personas. Según datos de Caixa Bank, el comercio necesita incorporar más de un millón de trabajadores en los próximos 10 años. El 65% de las nuevas vacantes requiere algún tipo de formación profesional, sin embargo, el pasado año quedaron 16.000 vacantes de empleo sin cubrir. Este es un desafío social de primera magnitud que requiere una estrategia coordinada para mejorar la formación profesional y coordinar políticas migratorias que nos ayuden a cubrir este déficit de profesionales que afecta a todos los sectores.
Sobre estos tres ejes, libertad de empresa, aportación de valor y talento, estoy convencida de que la distribución va a tener un papel central en las grandes transformaciones de la economía.